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“Control”, un retrato al blanco y negro de Ian Curtis

-Verónica de la Mora-

Esta semana se conmemoró el nacimiento de Ian Curtis, ícono británico del post-punk y líder de una de las bandas más importantes del género, Joy Division. El encanto del poeta de Manchester y el legado musical del grupo ha trascendido a través de la melancolía y desolación que cargan en cada canción.




En pleno auge de las películas biográficas de músicos, no podíamos dejar pasar uno de los mejores ejemplos de esta clase de filmes, nos referimos a Control de Anton Corbijn, lanzada en 2007, como una forma de acercarnos al músico.


En el caso de “Control”, observamos los últimos años de vida de una de las figuras más importantes del post-punk –sino la más representativa de este género- nos referimos Ian Curtis, el líder y vocalista de la banda Joy Division. Anton Corbijn, director de la película, consigue rescatar la esencia del músico más allá que la historia del grupo, Corbjin presenta este filme como si se tratara de una fotografía al blanco y negro, teniendo como fondo los tonos bajos de la guitarra y batería, sentimos el vibrar de la voz grave del cantante en uno de los bares de Manchester a comienzos de los 80’s.


Control” se estrenó en 2007 y tuvo como protagonistas a Sam Riley, Samantha Morton, Toby Kebbell y Alexandra Maria Lara. La cinta fue galardonada en el Festival de Cannes así como en los premios BAFTA, obteniendo el Premio Label Europa Cinema en el primero mientras que en el segundo consiguió la presea al Mejor Debut.



Más allá de querer limpiar el nombre de Curtis o mostrar sus demonios, el filme trata de armar el rompecabezas de la vida del cantante a partir de los textos de Deborah Curtis (Touching from a Distance - Ian Curtis and Joy Division), amigos y conocidos cercanos. Incluso el mismo director coincidió como fotógrafo de Joy Division a finales de los setenta.


Observamos a Ian Curtis en tres etapas: La primera antes del éxito que tendría junto a Joy Division, un joven que escuchaba a David Bowie y Lou Reed, en la que conocería a su esposa y empezaría su carrera musical. Posterior a ello, encontramos a un Curtis asimilando el éxito de su banda mientras plasmaba en las letras de las canciones sus cuestiones existenciales, entre silencios así como enfrentar los ataques de epilepsia a mitad de conciertos, engañando a su esposa mientras.


Para culminar, tenemos a Ian Curtis en un estado de vacío y desolación en que la epilepsia le impide subir a los escenarios, el matrimonio no satisfacía su vida y la compañía con su amante era casi imposible, ese momento en que una cuerda en la cocina en forma de horca marcaría el final de su vida.



Parte del encanto de la película radica en mostrar esos momentos de introspección con el personaje, en los que el silencio y la soledad nos conectan con la desesperanza y frustración del músico, encontramos ese sentimiento de culpa y a su vez, el no entender que sucederá o cual será el siguiente movimiento en la vida de Curtis.


Al encontrarnos en un momento en el que las biopics buscan atrapar al público a través de una explosión de colores, música y redención de personajes como Freddie Mercury o Elton John, es importante rescatar películas en las que encontremos una mirada auténtica a la vida de un músico, tratando de plasmar en 90 minutos el talento, los problemas y personalidad del artista. Control no busca resolver o comprender la música de Joy Division, nos muestra en concreto a Ian Curtis y la mente inquieta del genio detrás del post-punk.

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